sábado, 26 de mayo de 2012

25 de Mayo

El nivel secundario desea compartir con ustedes las palabras que el Profesor Miguel Zalnerauskas escribió y que leyó el alumno Ignacio Figueroa y que nos ayudaron a reflexionar acerca de una fecha tan importante como la que nos convocó.

Acto Escolar – 25 de Mayo -                                                Profesor Miguel Zalnerauskas

La conmemoración de la Revolución de Mayo de 1810 se nos presenta como una oportunidad única para que los argentinos pensemos y reflexionemos juntos acerca de nuestro pasado, presente y futuro.
Cuando miramos hacia el pasado que nos constituye, lo hacemos desde el presente que habitamos. Las preguntas que hacemos al pasado son las que nos preocupan en el presente. Por eso cada nueva generación puede analizar un mismo hecho histórico desde perspectivas muy diferentes. Si hoy nos preguntamos por la Revolución de Mayo de 1810 lo hacemos desde los problemas de la Argentina de hoy.
Esta es la razón por la cual es importante volver a pensar este hecho fundacional, a partir de una mirada crítica, ya que no es tan importante saber si llovía o no aquel 25 de mayo sino por qué se hizo la Revolución, cuáles eran las ideas de aquellos hombres, que no eran tan “desinteresados” como cierta historia oficial quiere mostrar.
Plantear el futuro con mirada histórica, desde la unidad y no desde la división, desde la historia del conjunto del pueblo y no exclusivamente desde las elites; desde una tradición cultural propia y un pensamiento nativo y criollo y no sólo desde su exclusiva relación con ideas extracontinentales.
La Revolución de Mayo, como todas las revoluciones políticas, sociales y económicas no nació un día, ni terminó justo después de comenzar. Al igual que todas las revoluciones, no fue pacífica ni estuvo libre de discusiones. Fue un proceso histórico complejo que involucró grupos sociales, ideologías políticas, prácticas colectivas. Fue un proceso que incluyó la violencia, la guerra y también debates y diálogos sobre un proyecto político diferente al de ser una colonia española en América.
Quizás sus resultados no fueron los que soñaron algunos de sus gestores y la derrota de esas ideas significó que no trajera consigo los cambios radicales que implica una verdadera revolución. Podríamos hablar de una revolución frustrada.
Sin embargo, aquello que hubo de revolucionario ese 25 de mayo está hoy profundamente cargado de sentido: la idea de soberanía popular, la necesidad de poner fin a los viejos privilegios y prerrogativas de sectores minoritarios de la población, la importancia de buscar un camino conjunto para América latina en unidad y de impulsar su desarrollo autónomo para terminar con la dependencia de toda nación extranjera… Ese sentido, 202 años después, viene dado porque esa tarea está incompleta, porque esos mismos desafíos hoy siguen vigentes, quizás más que nunca.
Pero hoy, igual que en aquel Mayo, siguen vigentes también intereses mezquinos y egoístas. Es necesario por eso comprometernos, trabajar con convicción por esos ideales, el legado más valioso de la revolución. Celebremos el bicentenario luchando por hacer realidad aquel proyecto, que a pesar de que muchos quisieron enterrar, sigue vivo en el corazón de nuestro pueblo. Ese sí que es un motivo para celebrar.