viernes, 8 de abril de 2016

Estimadas familias:
En esta oportunidad, queremos compartir con ustedes, un artículo de suma importancia para leer, reflexionar y re- pensar determinadas cuestiones que suceden en el cotidiano de las salas de los más/as chiquitos/as. 
Mordidas, arañazos, el por qué…
Es bastante frecuente que, después de una jornada de jardín, alguno de los niños/as salga con un mordisco o un golpe fruto de un encuentro complicado con un compañero ¿Por qué se comportan así los niños/as a esta edad?
 Una de las consecuencias del exceso de protección es la baja tolerancia a la frustración, aquel niño/a al que nunca le han negado nada, no conoce el significado de la palabra 'no', es muy difícil entenderlo y suelen reaccionar a través de estas conductas.
Por exceso de emoción, alegría o cariño
Muchas veces lo que acaba pareciendo una agresión no deja de ser un acto de cariño..., aunque un poco exagerado, eso sí. A esta edad aún no tienen control emocional; no son capaces de canalizar las emociones intensas.
 Por ausencia de lenguaje oral
Al no dominar la comunicación verbal, sus formas de mostrar rechazo, frustración, deseo o necesidad se dan a través de estas manifestaciones. Sus conductas son, simplemente, una manera de decir qué quieren o qué no quieren, su modo de hacerse entender y de resolver los problemas. 
Por pensamiento egocéntrico
A esta edad los niños están en un momento evolutivo conocido como el del pensamiento egocéntrico, es decir que, son incapaces de ponerse en la piel de los otros. Si yo quiero ese osito, lo quiero ahora y no me preocupa que lo tengas vos; no puedo comprender que vos también lo quieras. Lo quiero y te lo quito y, si te resistes, te muerdo. Además, después tampoco pueden entender por qué llora el mordido.
Los niños de uno a dos años no son capaces de compartir. No es que sean egoístas, es que aún no saben hacerlo.
Se entiende que estas conductas están dentro de lo normal a esta edad, pero es necesario encauzarlas hacia otras formas de relación más adecuadas.
La clave está en corregir estos comportamientos con constancia pero sin dureza, evitando en todo momento ofrecerles modelos agresivos: la solución no es enseñarle a que muerda al que ha sido mordido.
·         Hay que hacerle entender al que ha provocado el altercado que lo que ha hecho no está bien, que actuando así hace daño a su compañero y que no debe repetirlo.
  • Hay que evitar etiquetar a los pequeños como malos. Los niños no son malos, lo que está mal es su acción y así hay que hacérselo ver. Ponerles etiquetas solo va a llevar a que se identifiquen con el papel y a reforzar ese comportamiento.
  • Cuanto más claras estén las normas y los límites, antes los interiorizarán y podrán ir desarrollando progresivamente habilidades sociales alternativas a la agresión para resolver sus conflictos.


Autora: Alicia Herranz  Lic. En psicopedagogía


                                     Hasta la próxima...

Docentes de Sala Blanca y Sala Celeste.