Estimadas familias:
En esta oportunidad, queremos
compartir con ustedes, un artículo de suma importancia para leer, reflexionar y
re- pensar determinadas cuestiones que suceden en el cotidiano de las salas de
los más/as chiquitos/as.
“Mordidas, arañazos, el por qué…”
Es bastante frecuente que, después de una jornada de jardín,
alguno de los niños/as salga con un mordisco o un golpe fruto de un encuentro
complicado con un compañero ¿Por qué se comportan así
los niños/as a esta edad?
Una de las consecuencias del exceso de protección es la baja tolerancia a la frustración,
aquel niño/a al que nunca le han
negado nada, no conoce el significado de la palabra 'no', es muy difícil
entenderlo y suelen reaccionar a través de estas conductas.
Por exceso de emoción, alegría o cariño
Muchas veces lo que acaba pareciendo una agresión no deja de ser
un acto de cariño..., aunque un poco exagerado, eso sí. A esta edad aún no tienen control
emocional; no son capaces de canalizar las emociones intensas.
Por ausencia de lenguaje oral
Al no dominar la comunicación verbal, sus formas de mostrar
rechazo, frustración, deseo o necesidad se dan a través de estas
manifestaciones. Sus conductas son, simplemente, una manera de decir qué
quieren o qué no quieren, su modo de hacerse entender y de resolver los
problemas.
Por
pensamiento egocéntrico
A esta edad los niños están en un momento evolutivo conocido como
el del pensamiento egocéntrico, es decir que, son incapaces de ponerse en la
piel de los otros. Si yo quiero ese osito, lo quiero ahora y no me preocupa que
lo tengas vos; no puedo comprender que vos también lo quieras. Lo quiero y te
lo quito y, si te resistes, te muerdo. Además, después tampoco pueden entender
por qué llora el mordido.
Los niños de uno a dos años no son capaces de compartir. No es que
sean egoístas, es que aún no saben hacerlo.
Se entiende que estas conductas están dentro de lo normal a esta
edad, pero es necesario encauzarlas hacia otras formas de relación más
adecuadas.
La clave está en corregir estos comportamientos con constancia
pero sin dureza, evitando en todo momento ofrecerles modelos agresivos: la
solución no es enseñarle a que muerda al que ha sido mordido.
· Hay que hacerle entender
al que ha provocado el altercado que lo que ha hecho no está bien, que actuando
así hace daño a su compañero y que no debe repetirlo.
- Hay que evitar etiquetar a los
pequeños como malos. Los niños no son malos, lo que está mal es su acción
y así hay que hacérselo ver. Ponerles etiquetas solo va a llevar a que se
identifiquen con el papel y a reforzar ese comportamiento.
- Cuanto más claras estén las
normas y los límites, antes los interiorizarán y podrán ir desarrollando
progresivamente habilidades sociales alternativas a la agresión para
resolver sus conflictos.
Autora: Alicia
Herranz Lic. En
psicopedagogía
Hasta la próxima...
Docentes de Sala Blanca
y Sala Celeste.